Cuando Rudrama Bullanavar tenía 13 años su familia subastó su virginidad. Era su destino. A los cuatro años la consagraron a la diosa hindú Yellamma en un templo de Saundatti, localidad del sur de la India. La ceremonia religiosa en la que fue “casada” con la divinidad la convirtió en una devadasi: dedicaría su vida a servir a Yellamma y no podría casarse con un mortal
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