Para que la educación de los niños surta efecto debe haber alguien adulto que mande y establezca lo que debe hacerse. Desde luego, con todo el cariño y afecto que sea preciso: el ejercicio de la autoridad no tiene por qué ser despótico. Pero sin alguna clase de coacción, por pequeña que sea, no hay aprendizaje que valga (imagínense, por ejemplo, lo que estudiarían los alumnos si se suprimiesen los exámenes). Estamos llegando a un punto en el que, por el contrario, lo que sucede cada vez con más frecuencia es que hay cada vez más hogares en los.
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