Investigadores de contrainteligencia americana descubrieron que una presunta espía rusa había estado trabajando en el corazón de la embajada estadounidense en Moscú durante más de una década sin ser detectada. El Servicio Secreto de los Estados Unidos contrató a la ciudadana rusa que tuvo acceso a los sistemas de intranet y correo electrónico de la agencia, lo que le brindó una ventana potencial hacia material altamente confidencial, incluidos los calendarios del presidente y el vicepresidente.
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