No sé cuántos de nuestros lectores son ingenieros o arquitectos, pero estoy convencido de que si os pregunto uno por uno cuál es la dificultad más grande que te puedes encontrar cuando quieres construir una vía de ferrocarril en el desierto, todos y cada uno de vosotros me contestaría que la arena, elemental querido Watson! Aquella maldita arena con sus granitos insignificantes vuela con el viento y se deposita donde quiere y puede, cubriendo cualquier construcción humana hecha a ras de suelo, salta barreras y murallas.
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