El racismo en el mundo de la pornografía, tanto delante como detrás de las cámaras, recibe poca atención crítica. Cuesta mucho imaginar a cualquier otro negocio multimillonario aprovechándose de la diferencia racial para ganar dinero sin que haya una condena pública y un movimiento activista que le plante cara. Con la influencia que ejerce el porno a la hora de aprender sobre sexo y placer, ¿está reforzando esta práctica el fetichismo racial y unas dinámicas de poder desigual?
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