A las dudas internas sobre la cosa referéndum (resumen: cuanto más profesionales y cercanos a sus aparatos, los políticos procesistas parecen ser menos proclives a un referéndum unilateral/la inhabilitación/el ERE/pérdida de la segunda residencia), se suma el nerviosismo de que no hay plan B. Ni A. Es decir, que detrás de la palabra referéndum no existe la logística, la organización, el trabajo realizado para un referéndum.
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