La realidad de San Bartolomé de Tirajana también es esta, no solo el despilfarro. La localidad, casi dependiente hasta en su último euro del turismo, pide a gritos un Plan Marshall que relance su actividad económica y rescate de la pobreza severa a miles de ciudadanos, ahora muchos más a causa de la pandemia, quienes en el peor de los casos se han visto obligados a levantar infraviviendas en los espacios más recónditos y sombríos posibles. No quieren que los vean. Están excluidos del sistema y se refugian en las catacumbas del vecindario.
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