Si no fuera porque lo ha propuesto él, podría pensarse que le he tendido una encerrona con el sitio y la hora de la entrevista. Cita a la una de la tarde en una taberna, ultramoderna y cuqui, pero taberna, en la Gran Vía madrileña. “Soy la señora sola frente a la ventana, rollo Hopper”, le digo por WhatsApp para que me ubique. Al llegar, dispara la primera en la frente: “Aquí otro señor rollo Hopper. De eso va la cosa, de estar solos”. Alrededor, una parroquia de turistas, oficinistas y gente de paso da cuenta de las cervezas y los vinos del ap
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