Todavía hay personas que se dejan atemorizar por la descarnada campaña de descrédito contra la izquierda y la alarma social que, deliberadamente, crean con ella. Es de tal calibre que ya no se le puede llamar política, no es política, es la defensa marrullera de intereses muy concretos que no son los de la gente corriente. Y hay adeptos capaces de votar corrupto, sí, con una venda en la nariz y una pinza en los ojos. Pero todos ellos se encuentran en franco retroceso, como vienen avisando desde hace ya años.
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