La semana no ha sido la mejor para el papa Francisco. O al menos para la solidez de su discurso público respecto a los homosexuales y a las mujeres. El lunes se supo que el Papa había usado el término “mariconeo” para señalar ante 200 obispos que hay demasiados homosexuales en los seminarios y no deben admitirlos. Y el jueves, otro medio italiano publicó que, en una nueva reunión a puerta cerrada, esta vez con jóvenes sacerdotes, les animó a que dejaran de lado los cotilleos y los chismes porque “son cosa de mujeres”.
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