El semáforo nunca discrimina: el que está primero sale primero, y después el de detrás; nadie pregunta si uno es rico o pobre, joven o viejo, español o extranjero, mujer u hombre: todos se atienen a una regla que es exactamente la misma para todos. Así son las reglas liberales: de sencilla comprensión, ejecución barata, fácil consenso y que no requieren de amplias e intrusivas burocracias discriminadoras.
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