Después de tres décadas de crecimiento de la desigualdad económica, las poblaciones de los países avanzados están enfadadas y llevan sus quejas a las urnas o las calles. Pero abordar de manera creíble la desigualdad también exige acciones con respecto a una faceta menos discutida de esta tendencia: la disminución de la movilidad social intergeneracional. Hoy en día, los padres ven imposible que sus hijos vivan mejor que ellos.
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