(...) Las civilizaciones preindustriales dependían de los límites de la energía solar y estaban constreñidas por las carreteras y las vías fluviales, impedimentos que desaparecieron cuando el combustible fósil se convirtió en una fuente de energía. A medida que los imperios industriales se hicieron globales, su aumento de tamaño supuso un incremento de la complejidad. Irónicamente, esta complejidad nos hace más vulnerables al colapso, no menos.
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