Estaban sepultados bajo cuarenta metros de basura; habían pasado ochenta y un años. Para llegar a los restos de catorce fusilados de la guerra civil hubo que sacar del pozo de Tenoya, en Arucas (Gran Canaria), el chasis de un camión, una motocicleta, huesos de vaca, de perro, de gallina y mucha, mucha tierra. El estado de los huesos hizo temer a los especialistas que no fuera posible identificar a las víctimas por ADN, pero esta vez, Pino Sosa, que lleva toda la vida luchando para que en Canarias se abran los pozos del horror, tuvo suerte.
|
etiquetas: arucas , fusilados , guerra civil , pino sosa