Una contraseña la salvó de un secuestro. Tener una palabra secreta con su familia, una clave que solo ella, sus padres y su hermano conocían. Si alguna vez, le habían insistido mucho los padres, algún extraño te dice que vayas con él, pregúntale si la sabe. Y si no la sabe, sal corriendo. Ese día llegó el domingo pasado, por la tarde, cuando Ch. caminaba por la calle Major de Esporles, el pueblo de Mallorca donde vive junto a su familia, de origen canadiense
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