Cuando el joven treintañero cogió borracho su Seat León rojo y se montó en él acompañado de un cubata no iba vestido de legionario. Cuando atropelló mortalmente a Leire, de tan solo cinco años, mientras cruzaba u paso de peatones con la seguridad de ir cogida de la mano de su madre, el individuo llevaba una camiseta de manga corta, un holgado pantalón de chándal y unas zapatillas de color amarillo fosforito que le hacían parecer más un hombre que ha pasado muchas horas en el bar que una persona de honor como se presupone a un legionario.
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