Isabel Rivera Hernández era la propietaria fantasma de un piso en Arturo Soria. Su rostro se había convertido en un recuerdo lejano para sus vecinos, que no la habían visto en años. Sin embargo, pagaba sin falta la comunidad, las derramas por el tejado nuevo, el agua y todos los recibos que tenía domiciliados en la cuenta de su banco, donde cada mes le ingresaban la pensión...
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