Esto va mucho más allá de entregar un país a una banda de criminales alucinados y asistir pasivamente a la masacre que se avecina. Resultará en una tragedia humanitaria (lo peor que puede ocurrirle a alguien en estos días es ser mujer y estar allí); pero, además, tendrá consecuencias prácticas que hacen ilusoria la pretensión de que los Estados Unidos y sus aliados europeos pueden taparse los ojos y la nariz y desentenderse sin más de la catástrofe afgana.
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