La necesidad de emplear un sumidero al alcantarillado para hacer desaparecer la sangre, probablemente también con la ayuda de mangueras para limpiar el piso de cemento, muestra gráficamente el horror y como las autoridades franquistas convirtieron aquel recodo del cementerio en un matadero de personas al aire libre funcionando a destajo. Como es de suponer, el vecindario limítrofe sintió alivió cuando las ejecuciones se trasladaron al Campo de Tiro de Carabanchel.
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