Y en medio de esta nueva oleada de interesado revisionismo histórico, camuflado de sospechosa concordia, emboscado de falso reparto de culpas, me acabo alegrando de que Antonio Machado siga enterrado en su tumba modesta de Colliure, aquel lugar adonde fue a morir de frío, de pena y de exilio. Me alegro de que ningún político de la Junta o del Gobierno haya convencido a la familia de que el poeta tiene que descansar en Sevilla, o en Soria, o vaya usted a saber dónde.
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