A la doctora Marina cada semana la dejaban plantada una media de 35 a 50 vecinos que habían solicitado cita previa en su consulta del Barrio del Progreso de Murcia. La guinda a esta epidemia de informalidad la ponían algunos pacientes citados que acudían el día programado, pero lo hacían con muchísimas horas de retraso. “Había momentos en los que no tenía presión asistencial y de repente me encontraba a veinte personas en la puerta que necesitaban atención urgente”, ejemplifica la propia facultativa.
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