Curiosamente, rara vez se oyen o se leen noticias de denuncia o detenciones por agresiones verbales o físicas contra los gitanos. La impunidad es una de las señas de identidad de esta fobia. Cuando un político arremete contra los árabes o los judíos, sabe que se juega su prestigio y quizá su carrera. Si ese mismo político insulta, expulsa o maltrata a los romaníes, su popularidad puede subir como la espuma. Quizás por eso la persecución dura hasta hoy.
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