Paola ha pasado casi cinco días en un rincón, llorando y observando a los equipos de bomberos que van y vienen de las pilas de escombros. De vez en cuando los detenía y acariciaba a los perros: "¿Han oído algo?", preguntaba con impaciencia. Pero hasta el sábado no hubo ningún rastro de Mirko, que tenía 30 años. "Duermo cerca de los escombros", "no me iré de aquí hasta que lo encuentren", le decía convencida a los medios que se acercaban a hablar con ella.
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