El animal, que había alcanzado un peso de casi diez toneladas gracias al extraordinario confort del que gozaba en las instalaciones municipales y el fabuloso catering que se servía diariamente en su propio despacho, se estuvo removiendo toda la noche hasta que finalmente dejó de bramar y decidió escapar al exterior dando un tremendo cabezazo en la fachada norte del edificio consistorial.
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