Imagina que en un partido político en las elecciones municipales llevase en su programa la propuesta de convertir en homosexuales a los niños heterosexuales con una simple inyección. Suena tan absurdo como aberrante. Pues bien, esta idea escandaliza estos días a los vecinos de Burnaby, un municipio canadiense del área metropolitana de Vancouver de unos 223.000 habitantes. Es la comunidad china la que ha puesto en el grito en el cielo.
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