Pedro Sánchez tiene un problema con su discurso sobre la corrupción. Una jueza de Lugo ha puesto en la picota a un miembro de su Ejecutiva federal, el dirigente gallego José Ramón Gómez Besteiro, y Sánchez calla. La jueza quiere saber, entre otras cosas, por qué decidió sacar del banco 36.000 euros para entregárselos en metálico a un constructor que le vendió un piso. Parece una curiosidad lógica. ¿No tiene Sánchez la misma curiosidad?
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