Asombra y a menudo acojona, o por lo menos a mí me pasa, el modo en que la simpleza más frívola, la estupidez más elemental, querido Watson, triunfan en sociedad. No se trata sólo de esta España nuestra, y eso tiene una doble lectura. Creo. Por un lado, mirando los periódicos, la tele o Internet, consuela comprobar que en todas partes cuecen habas y que la gilipollez no tiene fronteras.
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