En el año 2002 más del 60% de los jóvenes menores de 30 años era propietario de su vivienda habitual. Diez años después, en 2012 y aún con la resaca del estallido de la burbuja inmobiliaria de 2008, ese porcentaje descendió hasta el 50%. Y en 2022 tan solo el 30% poseía un inmueble. La situación inmobiliaria de los menores de 35 años destaca especialmente con la de los jóvenes de hace 30 años, partiendo de la base de la cultura española, casi tradición, de adoptar la vivienda como el mayor activo de valor refugio.
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