«Gabino fue un rey y un príncipe longevo, y un arzobispo y un magistral y una ínfula y una aspiración de humo hecha realidad. Gabino, durante veinte años, encarnó la pretensión secular de Oviedo de sentirse, de verse y de venderse como una ciudad importante, relevante, grande. Y si Oviedo fue capital del Paraíso, lo fue porque Gabino de Lorenzo la engrandeció».
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