El verano es para la mayoría sinónimo de descanso, de tiempo libre, de viajes y buenos ratos con familiares y amigos. Pero también es el momento en el que más desapariciones de menores ocurren y puede convertirse en sinónimo de alerta y preocupación en muchos hogares. En agosto en concreto los casos se multiplican por tres, impulsados por el aumento de las fugas de adolescentes y los secuestros parentales.
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