Los hay que son monárquicos convencidos. Los hay, más numerosos, pragmáticos, que apoyaron primero a Juan Carlos I y después a Felipe VI confiando en que contribuirían a estabilizar una democracia más joven y, por lo tanto, menos consolidada que otras en Europa. Por último, los hay que no son ni una cosa ni la otra, pero a los que una monarquía constitucional, que reina pero no gobierna, no estorba mientras sea discreta.
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