Se ha perdido completamente el horizonte de lo que es un desarrollo científico de un antígeno que en condiciones normales podría demorarse hasta 10 años y que muchos de los candidatos a vacuna, lo normal, es que se caigan por el camino. Pero la razón de las prisas no es otra que desprenderse de toda responsabilidad de gestión y desplazarla hacia la ciencia. Los dirigentes públicos parecen decir cada día eso de que no pueden hacer más por nosotros y que la única solución es una vacuna que está en manos de los científicos.
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