Carmen y Paco recuerdan las vacaciones en Córdoba, la visita a la mezquita y un sinfín de destinos en los que estuvieron con su hijo, de 31 años y con autismo. Rememoran tiempos pasados porque saben que, desde hace un par de años, las salidas se han acabado. Desde este verano, su hijo vive en una habitación, sin salir, pues ellos ya no pueden controlar su agresividad. Tanto que la convivencia es peligrosa. Desde 2019 esperan una plaza en una residencia pública. Algo que todavía hoy no es una realidad palpable, casi cuatro años después.
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