Mohamed (nombre ficticio) era un hombre tranquilo que vivía en el barrio de El Príncipe de Ceuta. Eso sí, estaba enganchado a las drogas. A casi todas: heroína, cocaína, benzodiacepinas. Sufría un trastorno por el consumo de estas sustancias, aunque acudía a rehabilitación para tratar de curarse. Vamos, era el perfil perfecto para convertirse en lo que el argot policial denomina un hombre de paja. Es decir, un pobre desgraciado al que una organización criminal utiliza para figurar en documentos oficiales en los que los miembros de la trama.
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