Nuestros intentos por independizarnos del carbón se han topado con un enemigo inesperado: la guerra de Ucrania y todas sus derivadas en el campo económico y energético. Con el precio del gas disparado y el objetivo declarado de reducir la dependencia del suministro ruso como telón de fondo, las centrales eléctricas europeas se han lanzado a usar el combustible fósil más sucio. La semana pasada, la segunda desde el inicio de la guerra en Ucrania, las plantas del continente quemaron cerca de un 51% más de carbón que hace un año.
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