“Estimada Ana Patricia. No sé cómo enfocar esta carta y no creo que jamás caiga en tus manos (bueno, en realidad no confío ni en que llegue a leerla la secretaria de tu secretaria), pero yo tengo la necesidad de escribirla. Y como de la necesidad nace el atrevimiento, de ahí que hoy yo me atreva a escribirte estas palabras [...] Debido a mis problemas con las drogas acabé atracando sucursales bancarias a mano armada, y algunas de esas sucursales eran precisamente del Banco Santander”.
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