En medio de la olas de calor que han golpeado este verano a buena parte de Europa, algunas ciudades han decidido abrir durante más horas sus parques, entendiendo que eran excelentes refugios climáticos para sus ciudadanos. Mientras tanto, otras han tomado la decisión de cerrarlos. El objetivo de su clausura es reducir el riesgo de que las personas puedan sufrir daños por la caída de ramas o árboles por los efectos de las altas temperaturas en el arbolado urbano. Pero ¿está suficientemente justificada esta decisión?
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