Tras el fracaso del proceso independentista catalán, el parlamento que salga de las elecciones del domingo debe dejar el debate secesionista y centrarse en revertir la decadencia de una región castigada por la deriva nacionalista y la desidia de Madrid. La toxicidad del debate por la independencia catalana ha separado a amigos, roto familias y convertido a adversarios políticos en enemigos. ¿A cambio de qué? El único logro del independentismo estos años ha sido provocar el despertar de un nacionalismo español que había permanecido dormido.
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