Son testigos hoy mudos de una época que no volverá, vestigios de un pasado frenético que se movía al son de los ritmos más radicales del baile. La música máquina y el techno house, y otros sonidos menos agresivos, propulsaban sus decibelios desde auténticos templos que entraban en trance de noche y de día. Los ochenta y parte de los noventa fueron los años de la ruta del bakalao y de estas discotecas, algunas colosales y desmesuradas, que el tiempo ha ido clausurando pero cuya huella se atisba en el tiempo entre ruinas y pintadas de decadencia
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