Hace más de 100 000 años, en la actual China oriental, un antiguo pariente de los humanos decidió grabar un fragmento de hueso. Este antiguo tallador, rodeado de los fragmentos de esqueletos de animales descuartizados, eligió una pequeña costilla endurecida por haber estado al sol y grabó siete líneas casi paralelas, destacándolas con un vivo pigmento ocre.
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