La furia de muchos ciudadanos chinos no es nueva, aunque ha sido en las últimas semanas cuando ese descontento ha empezado a cristalizar y extenderse por las principales ciudades del país. Con los ánimos caldeados, la muerte el pasado jueves 24 de noviembre de 10 personas en el incendio de un edificio de apartamentos en Urumqi, la capital de la región autónoma de Xinjiang, fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de muchos chinos. Pero la rabia lleva acumulándose desde hace meses con multitud de casos de muertes por el confinamiento.
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