En el año 1947, Estados Unidos tenía 133 bombas atómicas y la Unión Soviética aún no tenía ninguna. Pero faltaba poco para que lo lograra. Un telón de acero caía sobre la mitad de Europa, la Guerra Fría incipiente pronto podría tornarse caliente y exterminar a la humanidad en un conflicto nuclear entre ambas superpotencias. Fue entonces cuando algunos círculos de poder estadounidenses comenzaron a acariciar una espeluznante lógica del mal menor, según relata Ian Morris en su libro 'Guerra, ¿para qué sirve? (Ático de los libros).
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