Los barcos de pesca, sobre todo los de la flota tailandesa, son conocidos desde hace años por hacer uso de los llamados esclavos del mar, en su mayoría emigrantes obligados a navegar por deudas o por coacción. El trabajo forzado no es el único problema para los derechos humanos. Cada año mueren cientos de polizones y migrantes en el mar. Una industria multimillonaria de seguridad privada opera allí, y cuando estas fuerzas mercenarias matan, los gobiernos rara vez responden porque ningún país tiene jurisdicción en aguas internacionales.
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