La corrupción no caduca, me decía una amiga la otra noche. Mi amiga es una sentimental, y desde que la conozco le ha gustado hablar de los grandes males de la patria. Ella no lo dice así, porque lo de la patria le suena un poco a rancio. En vez de hablar de patria prefiere hablar de males, que suena más humanista, mientras tomamos unos cubatas. La corrupción es la patria del bolsillo, que bien se sabe precisamente por eso, porque no caduca.
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