Poco después de su toma de posesión, el presidente George H. W. Bush le aconsejó a quienes acababa de designar para cargos de la Casa Blanca que “en realidad no es muy complicado. Se trata de separar lo correcto de lo incorrecto, evitar conflictos de interés, esforzarse al máximo para que no se piense que hay conflictos de interés”. A esa declaración le siguió una acción: establecer estándares de conducta para el poder ejecutivo y resolver sus propios conflictos de interés.
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