La censura vuelve a irrumpir con fuerza en China, esta vez acallando a los médicos y prohibiéndoles que hablen sobre el coronavirus. El presidente chino, Xi Jinping, no quiere que los primeros profesionales sanitarios chinos que trataron el virus al inicio de la pandemia en Wuhan colaboren con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la investigación del SARS-CoV-2 en el gigante asiático. Aquellos médicos que desobedezcan y se salten el hermetismo que impone Pekín podrían ser acusados de espionaje e incluso condenados con la pena de muerte
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