Recuerdo la extrañeza que me causaba en mi niñez que no se pudiera mentar a Caperucita Roja, el cuento de Charles Perrault, sino como Caperucita Encarnada. Con estas y otras memeces nos atormentaban las mujeres fascistas de la Sección Femenina, enchufadas en los Institutos de Bachillerato para impartir materias trascendentales para la educación de las pollitas, como Economía Doméstica. ¡Ah, qué época la de Caperucita Encarnada! Más que encarnada era gris ratón y negro sotana con brillos de grasa.
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