Ha tenido que ser un conspicuo dirigente socialista quien, encaramado al estrado, rompiera una lanza en apoyo del llamado supervisor mayor del Reino y reclamara hace unos días la necesidad de imponer sanciones realmente disuasorias contra todos esos intereses engendrados por una actividad económica destinada a atiborrar estómagos agradecidos con cartas marcadas mientras calla bocas con la mordaza de estupefacientes subvenciones.
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