En los últimos años, el consumo de GNL se impone, aunque sigue siendo un combustible fósil, al GNL se le atribuyen “supuestos beneficios” como una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, dióxido de carbono, óxido de nitrógeno y partículas finas. Europa otorga jugosas subvenciones para la progresiva implantación. En realidad el smog del combustible tradicional se sustituye por “graves emisiones invisibles a simple vista de metano no quemado, que se filtra y acaba en la atmósfera y agrava el calentamiento del planeta”.
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