Las baterías de iones de sodio se han revelado como auténticos héroes de la sostenibilidad, ya que su química es fácil de conseguir y sus precios son mucho más baratos que los de sus homólogas de iones de litio. El problema es conseguir que su formulación sea la adecuada para que funcionen y funcionen bien a distintas temperaturas. El nuevo material es un polvo de fluoruro de fosfato de sodio y vanadio con una estructura cristalina particular que proporciona una capacidad de almacenamiento de energía récord cuando se utiliza en el cátodo.
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